7 de junio de 2008

Código 3.1 y 3.2

El 55 por ciento de las personas que sufrieron una parada cardiorrespiratoria en Madrid en los primeros seis meses del año consiguieron sobrevivir gracias a la atención de los equipos del Samur-Protección Civil.
«Tenemos un código 3.1 y 3.2. Un varón de 21 años electrocutado en un Centro de Transformación Eléctrico de Tomás Bretón». Ese fue el aviso que recibió la central del Samur-Protección Civil el 30 de abril. Una unidad de soporte vital avanzado acudió al lugar dada la gravedad del caso.
El joven, Carlos Romero, estaba en parada cardiorrespiratoria —clínicamente muerto— e inconsciente. Había sufrido una descarga eléctrica y los primeros auxilios que recibió se los dieron un compañero y un policía municipal. «Cuando llegamos, le hicimos el “boca a boca” y el masaje cardíaco, esencial para evitar secuelas. No fue nada fácil. A los 55 minutos logramos recuperarle», explica David, el médico que le atendió. Lo normal es que las maniobras de resucitación cardiopulmonar se prolonguen 30 minutos y si, durante ese tiempo, el paciente no sale de la parada, se suspenden porque el corazón y el cerebro sufren.
El caso de Carlos es inusual y extraordinario. A lo accidental de su problema, de origen traumático, se unen su extrema juventud y fortaleza. «Su corazón hacía esfuerzos por salir e hicimos lo que hacemos siempre: poner todos los sentidos para que saliera adelante».
Luisa, la enfermera que le atendió — junto a un técnico en emergencias—, explica que superado el primer peligro vital quedaba otro: sacarle del subterráneo, lo que les llevó media hora. De ahí, le llevaron al hospital, donde permaneció 24 horas en coma. Recibió el alta a los 19 días. ¿Qué sientes? «Mucha alegría ante lo inexplicable de su situación, porque lo normal es que hubiese muerto o que hubiese quedado en estado vegetativo o postrado de por vida. Es gratificante ver que el trabajo que realizas sirve para algo. Cuando no ocurre, así sabes que has hecho todo cuanto ha estado en tu mano», explica.
A Carlos le da vértigo saber que «sobreviví una hora sin latidos. Yo no recuerdo nada. Me lo han tenido que contar». Esta tan agradecido que «cuando tenga hijos les voy a poner los nombres de mis salvadores». Su familia lo pasó muy mal. «Cuando mi hijo abrió los ojos, ni nos conocía ni hablaba. El día que lo hizo, lloró. Ahora sí creo en los milagros», dice Manoli, su madre. En esta cadena de vida lo esencial es que todos sus eslabones funcionen. Desde el ciudadano que hace una maniobra de resucitación básica, a la rapidez en la llegada de la UVI. Todo eso hace que el 55% de las personas atendidas por el Samur este año por sufrir una parada cardíaca haya sobrevivido y el 15% sin secuelas. De ahí, la intención de este servicio en formar este año a más de 12.000 madrileños en técnicas de resucitación cardiopulmonar.

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